abril 06, 2015

Parezco normal, hasta que entro en confianza ©

Pueden gravar cualquier frase hasta de 140 caracteres, ¿o 160?,  creo que eran 100. La cantidad de letras no importa, siempre y cuando la frase no pase del límite de espacios. Y no, no hablo de Twitter. 

Serían las dos o tres de la tarde, ¿qué más da?. ¿La calle?, una de esas que la genialidad del ocurrente gobernante en turno convirtió en peatonal, así que el flujo de gente era intenso. Lo primero que me llamó la atención fue una marioneta de la muerte de tamaño natural; no que la muerte pueda tener otro tamaño aunque algunos se la imaginen enorme ante su sola mención, sino que la marioneta tenía el tamaño normal de una persona, por lo menos de los pies hasta el cuello, porque la cabeza tendría sus buenos 60 centímetros o más de alto. La muerte representada como típico catrín, con sombrero de copa monóculo de pilón. 

Vestida de negro,  la marioneta se movía al estilo de las de Plaza Sésamo, ya saben... y si no saben busquen, no se las puedo describir, es algo que tienen que ver. La marioneta saludaba a todos los transeúntes, en especial a las mujeres, con un sonsonete meloso, mezcla de Tribilín -si, Tribilín, Goofy mis polainas- y Barney. Muy extraño, lo sé, ¿por qué creen que lo recuerdo?

Estaba haciendo tiempo en lo que llegaba Ella y el catrín era lo más interesante en la calle. Como venía algo retrasada -Ella, que la muerte siempre llega demasiado pronto, dicen- tuve tiempo de mirar a placer la mentada marioneta. El problema es que miraba sin mirar, matando el tiempo mientras tanto, sentado en una escalinata, a unos 8 o 10 metros del catrín al otro lado de la calle.  Miraba sin mirar, supongo que por eso lo que más se me grabó fue el sonsonete de la marioneta. 

De repente sonó el celular, era Ella que ya había llegado pero no me veía. Cuando describió el lugar donde estaba supe que era a la vuelta de la esquina, uno de esos lugares tan típicos que todo mundo debe usarlo como punto de encuentro, igual que el clásico  "bajo el reloj" de cualquier estación del metro, la que prefieran, no importa. Así que me despedí de la muerte, que por cierto se ve menos amenazante como marioneta con cabeza de más de 60 centímetros y monóculo a la cuenca (ojos no tiene), que con guadaña y hábito de monje

A la vuelta de la esquina, entre el mar de gente y bajo el enorme letrero de la tienda, estaba ella, de vestido negro, imponente y bella; curiosamente vestida de negro, ahora me doy cuenta de ello...


Mosquito ©

Falta poco tiempo para el amanecer y Ella ha pasado despierta la mayor parte de la noche, al menos así lo siente; no sabe si  es i...